Y hablo de esta manera porque lo
más importante que Rosario me enseñó en sus talleres de escritura, más allá de
lo que yo como escritor pueda llegar o no a escribir, fue aprender a escuchar
esa voz de niño que, sin lugar a dudas, todos tenemos viva dentro de nosotros, pero que con los tiempos "modernos y profesionales" que vivimos parece ser más un defecto que virtud,
aunque quizás ni siquiera tenemos por qué clasificarla, es la voz que es y
punto.
Pero no me quiero desviar del
tema principal, Rosario y las veintitrés preguntas de Proust que le hicimos
desde este blog con motivo del lanzamiento de su nueva novela “Los besos secos”,
que se presentará el próximo 6 de marzo en Madrid, en la librería Cervantes y
Compañía.
Pasen, lean, y disfruten:
¿Cuál es tu idea de felicidad perfecta?
Un rato en Cádiz,
en la playa de la Caleta, ver al mar y al deseo ir y venir, escuchar a las
mujeres que juegan al parchís a mi espalda en la arena, comparten dulces, dicen
“qué bueno”, se meten unas con otras y ríen, con naturalidad, sin vergüenza sin
contenerse, como el mar. Reírme yo también. Ser consciente, ser
consciente de que podemos reír. La ducha después del mar. Contarlo. Tener una
boca y una mano cerca. Volver al mar.
¿Cuál es tu característica más reconocible?
Pues no sé cómo
me verán los demás, entregada, pasional, podría ser. Siempre me ha sorprendido
la diferencia entre lo que una persona cree que es y lo que ven los demás. Aún
estoy conociéndome. Y ojalá que nunca deje de hacerlo.
¿Cuál consideras
tu mayor logro?
Ningún logro es
mío solo, ciertamente. Si fuera mío, solamente, sería privado, sería, tal vez,
un logro horrible, escondido donde un día me dé por buscar y contarte. Pero no
hoy.
¿Cuál es tu mayor
miedo?
Amar muy poco.
Vivir sin amar. Es más importante amar que ser amada. Si una no ama, siempre
está sola, aunque la amen. Y eso pasa, con frecuencia. También temo ser una
inútil para la persona que me necesite.
¿Con qué
personaje histórico es con el que más te identifican?
Pues…, creo que
con nadie, que yo sepa. A mí me encantaría ser Carmen Amaya, algunos días.
¿Qué persona viva
es a la que más admiras?
Mi madre.
¿Q uiénes son tus héroes en la vida real?
Mi familia. Y
especialmente las mujeres de mi familia. Las admiro profundamente.
¿Cuál es el rasgo
más deplorable en ti?
La envidia, sobre
todo porque la mayoría de las veces envidio cosas que no me interesan. La
envidia es así. Detesto cuando dicen “envidia sana”. No sé lo que es eso.
Envidio no poder decirlo, ¡envidia sana!, y quedarme tan tranquila.
¿Cuál es el rasgo
en los demás que te hace menospreciarte?
El pragmatismo.
Me encantaría ser más práctica, me ahorraría mucho tiempo para invertirlo en
las personas y en los verbos que amo.
¿Cuál es tu viaje
favorito?
El que hice a
Lisboa con amigas de la vida y el que está por llegar. Hoy he soñado con el
barrio de Malá Strana, que es uno de mis favoritos de Praga, donde viví un
tiempo. Están los viajes que una hace por turismo y los que hace para vivir un
espacio y un tiempo. En estos últimos viajes, que no son solo viajes, mutas. He
mutado en Praga, Melilla y los Balcanes. Son sitios que llevo en mí. Ojalá
pronto uno que deseo.
¿Cuál consideras
que es la virtud más sobrevalorada?
La sinceridad,
tal vez, como se entiende. Hay mentiras que salvan vidas. En general, es muy
difícil hablar de virtudes sin conocer el lugar en el que son vistas como tal.
No sé quién dijo: “Las virtudes caminan junto a los defectos”.
¿Qué palabra o
frases usas en exceso?
Las típicas,
supongo: Mmmm, digo, vale, venga, así, nada más, despacio, vamos allá, qué
belleza, como tú quieras, a lo mejor me estoy metiendo en lo que no me importa,
perdona, no sé si me explico. Hasta dentro de un rato.
¿Cuál es tu mayor
arrepentimiento?
Ninguno. Sé que
no es nada original responder esto, pero lo que hice en ese momento es lo que
sentía y pude hacer en ese momento. Por eso hoy está bien.
¿Cuál es tu
estado de ánimo más recurrente?
Depende de a lo
que tenga que enfrentarme; pero procuro estar en paz, pase lo que pase.
Si pudieras
cambiar algo de tu familia, ¿qué sería?
Absolutamente
nada.
¿Cuál es tu
posesión más preciada?
Un diario que
tengo de cuando era adolescente. Hace poco lo abrí y me reí en unas partes, en
otras, me dije: “Qué lastimita de muchacha”. Pero sobre todo es un tesoro
porque compruebo que la esencia de lo que soy y deseo y me pregunto está ahí.
También es muy mágico porque hay sueños que tenía y se han cumplido. Respeto a
la niña que era. Me da ternura.
¿Qué consideras
que es lo más profundo de la miseria?
La soledad.
¿Dónde te
gustaría vivir?
Ahora mismo en
Madrid.
¿Cuál es tu
actividad favorita?
Ser turista en la
ciudad que vivo, Madrid.
¿Cuál es la
cualidad que más te gusta en un hombre?
La escucha.
¿Cuál es la
cualidad que más te gusta en una mujer?
La escucha,
también. Es lo más parecido a la generosidad.
¿Cuáles son sus
nombres favoritos?
Los fuertes, como
Carmen, y los que te acunan, como Cecilia. También me gusta mi nombre, por mi
abuela. Y Manuel.
¿Cuál es tu lema?
Todo está
conectado, escribimos todo el rato. Escribimos también cuando no escribimos.
Juan Ramón Jiménez dice en Espacio que con amor y luz todo se hace y que lo que
hace el amor no acaba nunca. Y yo lo creo. Lo universal, dijo Miguel Torga, es
lo local sin paredes. Puede que esta entrevista nos cambie la vida, a ti y a
mí, o se la cambie a uno de Malá Strana que nos esté leyendo mañana y venga de
ayer y otro planeta. Al encuentro y a su posibilidad me entrego. Me entregaré
siempre.
Escribir me permite alargar el brazo y, a veces, tocar el mar. Fotografía de Raquel Serrano. |