martes, 26 de mayo de 2015

Texto II (Teófilo Tortolero)

Me reservo el derecho
a habitarme
y a llenarme de mis cosas
(de mis visiones)
a enlutar mis pupilas
a cada campanada

Soy libre. Lo entiendes?

Teófilo Tortolero

martes, 19 de mayo de 2015

El lugar donde el tiempo se detiene

Hay un poco más de dos millones de habitantes, más que cualquier otra ciudad del Uruguay, o paisito como le dicen cariñosamente quienes deciden cambiar su código de área de forma temporal o permanente. La ciudad tiene, apenas, 525.54 kilómetros. En carro, por la rambla, se recorre entera en una hora (porque hay semáforos). A pie, por el mismo lugar, se puede bordear en cuatro horas (si se lleva un buen ritmo y no se está en invierno). Es la ciudad más Austral de continente, por eso son orientales.
Esta particular ubicación hizo que en 2012, específicamente en octubre, se inaugurara la estatua más particular de las cientos que hay en toda la ciudad. El “greetingman” (hombre que saluda) es una figura de aproximadamente 6 metros de alto, azul, sin cabello ni ropa y en posición de reverencia. Está de frente al mar y detrás tiene unas construcciones de edificios muy modernos. Apenas veinte minutos después de salir del aeropuerto, la imagen se presenta en medio de la rambla. Fue diseñada por el surcoreano Yoo Young-ho y regalada a la ciudad por la embajada de dicho país. Se supone que si se traza una línea directa entre la mirada de estas dos estatuas, se puede picar el planeta en dos partes exactamente iguales.
Son pocos los caminantes. Son pocos los autos. Las aceras son anchas, rotas, solitarias. Los dueños de perros, dejan el camino minado.
Esa ciudad se repite. Un patrón de calles pequeñas, seguidas de una avenida grande. Las mismas tiendas cada cierto tiempo. Un “copiar y pegar” hecho por algún urbanista como quien juega en la computadora. La tienda de ropa interior cada tres cuadras en la Av. 18 de Julio. Cada dos, una casa de cambio. Después de un agente autorizado de alguna compañía telefónica, hay un quiosco. Frente a cada parada de bus, una librería. Hay vendedores ambulantes de bufandas, guantes, gorros y medias. Cafeterías y bares, heladerías y cadenas de comida rápida. Se cuenta todo. Se repite todo.
En el centro de la ciudad hay un poco más de vida que en cualquier otro lugar. En los bares que hay en la zona, lo más común es ver a alguna persona sola comiendo milanesa con fritas (papas), bebiendo un cortado para calmar el frío de la calle o disfrutando de algún rato observando a quienes pasan por la calle. Los fines de semana, especialmente si juega fútbol la selección, es probable conseguir en el bar a amigos con rituales que religiosamente ven los partidos en aquel lugar. Hay más mujeres que hombres, hay más edad que azúcar.
Las calles internas son pequeñas, llenas de artistas urbanos tratando de cambiar su arte por pesos para seguir fumando y creando. Las plazas están llenas de estatuas, monumentos, fuentes, bancos y luces traídas de Francia. El mármol que no se desgasta, el jardín que en invierno no es verde, las hojas que han terminado un viaje, la soledad, el gris de los edificios contrastan con la velocidad del wifi de las plazas y con la nueva aplicación para celulares desde la cual puedes pagar todos tus servicios.
El parque más grande, ese que se hizo en nombre de quien fuese un escritor y político uruguayo, José Enrique Rodó, está lleno de verdes incluso en las aguas. Tiene frente a sí el nuevo edificio del MERCOSUR, que antes era un casino. Tres fuentes distintas con agua que aparece de vez en cuando, verde, con pequeños cuerpos descompuestos. Estatuas por doquier. Unos botes que andan poco, que andan lento. Que casi no andan. Pero, a pesar de todo aquello, el Parque Rodó es un buen lugar para sentarse a esperar al tiempo con un buen mate.
“El uruguayo nace con un termo debajo del brazo”, responde un mesonero a una joven rubia de acento extraño que pregunta por qué todos viajan con “eso”. El mate es la bebida más importante del Uruguay. No importa el evento social, día del año, hora, siempre hay espacio para tomarse unos mates. Probablemente la paciencia y la tranquilidad de ellos se deban al tiempo que toma preparar un mate. Hervir el agua. Llenar el termo casi hasta el final. Ponerle un poco de agua fría. Poner el mate en la matera. Compactarlo. Servir primero un poco de agua. Hacer una montañita. Dejar pasar el primer trago. Beber.

En aquella ciudad pequeña, en el sur del continente latinoamericano, es el lugar donde el tiempo se detiene.

Laura Solórzano

jueves, 14 de mayo de 2015

Un amor

Algunos consideran a la amistad como un don
algo tan bello
sin comparación
yo solo quiero que sepas
lo que hay en mi corazón
para así tener
una montaña de diversión
mas un secreto guardo
en lo más profundo de mi interior
yo no quiero perderte
pues solo en ti encuentro la verdad del corazón
ayúdame para superar esto que tengo
no es solo ilusión
es algo mucho más grande
y se llama amor
no es amor a la amistad
es amor por lo que hay en tu corazón
en pocas palabras
te amo y sin ninguna razón.


Emilio Brea

domingo, 3 de mayo de 2015

Eva

La calle está desierta, son poco más de las tres de la mañana, hace frío para la época, pero eso es lo que menos le importa a Eva, quien corre con todas sus fuerzas a través de las calles vacías, vestida solo con sus shorts negros de dormir y su guardacamisa color magenta, empapadas ambas prendas de su frío sudor, palpitando su corazón con ansiosa emoción. Eva corre descalza en medio de la noche porque se estaba ahogando y pensó que moriría, ahogada en la rutina de un amor de plástico, y de hecho realmente pensó que moriría, pero suerte para ella, la noche fue su salvación.

No sabía Eva hacia donde se dirigía, peor aún, segura no estaba de por qué corría, pero algo certero sentía; lo disfrutaba, y más aún, le excitaba. Sí, correr era para Eva en ese momento un orgasmo hacia la libertad, un placer que aumentaba con cada zancada y con cada jadeante bocanada, ansiosa de vivir, ansiosa de sentir, con ganas de no parar, con ganas de gozar en su plenitud nocturna, y ahora lo entendía.

Eva no paraba, y ya sus senos empapados eran visibles a través de su mojada guardacamisa color magenta, ya sus piernas brillaban hermosas de tanto sudor y ya su sexo ardiente clamaba desesperado por la ayuda de su mano, pero Eva no paraba, porque el orgasmo era correr, el orgasmo era ser acariciada por la noche fría y vacía.




Hamid A. Yammine I.