martes, 10 de octubre de 2017

Cineclub: Synecdoche, New York

Hace poco fui invitado a unirme a un cineclub aespacial, un buen lugar auspiciado por las mágicas telecomunicaciones, y ahí estoy, con gente que conocía de antes y otra que no, pero gente buena al final, gente que a partir de la visión y opinión de una película puede terminar interesándose en la profundidad de tu psique un lunes a las cinco de la mañana como si fuese lo más normal del universo.

Existen varias reglas dentro de este peculiar cineclub, pero la más importante y esencial es que cada semana le toca a un miembro proponer una película que le interese y que no haya visto; entonces todos la vemos durante la semana y el domingo o el lunes comenzamos la tertulia virtual que, como ya ha pasado, puede extenderse por varios días, incluso cuando ya toca hablar de otra película.

Fue así, entre tantas conversaciones y probablemente gracias al trasnocho, que se me ocurrió dejar constancia de alguna manera de lo que la película nos transmitió, individual o colectivamente, pues quizás esto inspire, más allá de las ganas o desganas de ver la película, algún otro pensamiento, útil o no, pero pensar siempre será bueno, o al menos eso creo yo. Así que bienvenidos a este cineclub aespacial, que desde hoy es atemporal también, escribiendo su bitácora en un blog.

Disfruten, hoy escribe Rebeca.

Synecdoche, New York.

Relato muerto en vida de una obsesión. Obsesión u obsesiones orientadas de un lado a otro, de un tema al siguiente, multiplicándose debido a las condiciones del protagonista: sentimiento de abandono, miedo a la muerte propia, terror a nunca conocer el amor recíproco, pánico a 'no trascender", a ser olvidado.

A través de los años pierde la noción del tiempo, y con ella lo que podemos considerar cordura. Este proceso, a su vez, nos deja explorar de cerca poco a poco, cómo se manifiesta y evoluciona su obra teatral, su "sincera" exposición, la búsqueda de su propia verdad, inalcanzable; no por no existir, sino por no querer conocerla en realidad, no querer adentrarse en ella. Nos da de él, pero no lo suficiente, y pasan los años pero su muralla se mantiene intacta, muralla hecha de arrepentimientos, enfermedades viles (¿imaginarias?) y victimización propia. Todo ello haciéndonos pasar por el mal sabor del sexo sin placer (ya sea por no coincidir en gustos o por circunstacias desconocidas). El tema de la sexualidad posiblemente desviada se menciona a lo lejos, muy delicadamente, y queda ahí, a interpretación propia. Puede que no tanto una sexualidad desviada, sino el trauma de ser "bonita", de que la llamen bonita (y aquí debo admitir que estoy yendo un poco mas allá de lo que la película otorga).

Crea, y esto sí lo logra, una replica exacta a su vida, a su ciudad, a su entorno y a lo que lo rodea, a su completa y abierta obsesión; no sabemos si ahondando de alguna manera en revivir lo que sucede en la realidad, de ver si es posible que algo cambie, mover alguna ficha, dispuestas allí por él, y para él, tratando de entender por qué todo pasa como pasa, de lograr descifrar quién es Él.

Con frases exquisitas como "You've been a part of me forever. Don't you know that? I breathe your name in every exhalation".

Y escenas/metáfora mágicas como "the house of fire", donde Hazel (la coprotagonista) planea comprar una casa y está asustada por comprarla sola, pero especialmente por el fuego dentro de la casa. Y va algo así:

Hazel - "I like it, I really do. But I'm a little concerned about dying in the fire."

Realtor - "It's a big decision, how one prefers to die."

En fin, nunca llegamos a ser felices con él, porque nunca lo llega a ser.

En conclusión, queda su obra maestra inconclusa y sin estrenar, y muere en ella, como decide hacerlo.

Synecdoche, New York (2008)

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